Hace más de una década, la artista argentina Lucila Gradín colabora con plantas medicinales, activando su metabolismo tintóreo para que sean ellas quienes «pinten», cuestionando así la tradición occidental que redujo la vida vegetal a un motivo pasivo o decorativo.
Chinchamale: la comunidad de las plantas surge de un viaje a la comunidad de K’acllaraccay, en las alturas de Moray (Cusco), donde la artista, junto al colectivo de mujeres Las Warmi, participó en un proceso de aprendizaje recíproco en torno a las especies medicinales. Entre las plantas que exploraron fue la chinchamale —una raíz que se emplea para detener hemorragias y tiñe en tonos rosas— la que despertó su interés, al ser una de las pocas especies que solo prosperan en convivencia con una comunidad vegetal.
El proyecto, compuesto por siete piezas textiles suspendidas, traduce visualmente esta noción de interdependencia y puede leerse como una interpretación sensible y cromática del paisaje que rodea Moray. En él, Gradín integra las plantas que acompañan la chinchamale —el marco, la llaulli, la kiswara, el qolle, el cheqche y el chiri chiri, entre otras—, revelando una red viva de complicidades simbióticas.
Este proyecto ha sido posible gracias al apoyo de W Galería y el Centro de Investigaciones Mater.